jueves, 14 de enero de 2016

Yin - yang.

             Me gustan los caprichos. Odio la gente que por ello, cree que todo lo que me interesa ha de ser un antojo y se me pasará a los pocos días. Odio que a veces tengan razón. Me gusta dejar la persiana levantada por la noche, y que todos los rayos del sol entren a través de las cortinas por la mañana para deslumbrar un nuevo día. Odio que sea el sonido del despertador quien me despierte. Odio trasnochar, pero me encanta asomarme a la ventana y ver las calles en silencio, hasta que llega la mañana y se escuchan los primeros sonidos de los más madrugadores. Me encanta el chocolate, las chucherías de mil colores y todo lo dulce. Odio lo empalagoso, aunque mi concepto de empalagoso tenga unos límites más amplios que el de los demás. Me gustan los vicios. Me encanta una buena tostada por la mañana, adoro desayunar fuera, pero odio cuando te dan la mantequilla dura y no se puede extender por el pan. Odio ser tan despistada, y resguardarme en esa excusa cuando sé que no he hecho algo bien. Me gusta hablar con alguien en persona, y si no puedo, prefiero un buen mensaje antes que una llamada de teléfono. Odio los juicios y prejuicios, odio la gente que habla sin saber, que ve la mota sólo en el ojo ajeno. Odio la gente que piensa que sus experiencias valen para ti. Me gusta sentir que cada cosa que vivo es nueva, cualquier persona, lugar o experiencia que me queda por conocer es totalmente nueva, aunque haya personas que intenten hacerte creer que lo verás con los mismos ojos que en su día lo vieron ellas. No es que me agrade regodearme en el pasado, pero es algo que no puedo evitar.  Odio pensar en el futuro, es algo que me parece aun más inútil que encerrarse en el pasado. El presente, el momento, cada instante, es algo que me encanta. Me gustan los impulsos. Adoro la sensación de independencia. Odio que luego sea tan abrumadora que la haga parecer soledad. Me encanta desconectar. Odio darle después mil vueltas a todo lo que sucede a mi alrededor, y odio aun más darle vueltas para no llegar a ningún punto coherente. Odio la gente que sólo te habla cuando espera conseguir algo, y que cuando ve que no puede obtenerlo, desaparece, sin más. Me encanta escuchar música como si fuera un sonido más del día a día. Odio cuando los vecinos se quejan porque está demasiado alta. Odio que luego ellos sí puedan subirle el volumen a eso que ellos llaman "música". Odio eso de “consejos vendo, y para mí no tengo”. Peco de ello.