jueves, 23 de abril de 2020

A veces.

A veces pienso si es posible que se rompa el bote tanto remar a contracorriente.

A veces siento que pongo piedras sobre un muro construido en lodo.

A veces creo que nos engañamos a nosotros mismos.

A veces sí.

A veces es solo tal vez.

miércoles, 22 de abril de 2020

Cigarrillos.


“Él corría, nunca le enseñaron a andar.
Ella huía de espejismos y horas de más.”

Hoy salí al balcón a fumarme un cigarrillo.

Mientras exhalaba el humo de una de las caladas, me di cuenta de que le necesitaba más que al respirar. 

Sin saber cómo ni por qué, aquella calada abrió en mí un fuerte pensamiento: De repente me sentía como aquel cigarro.

Él me había encendido y quería que me disfrutara hasta consumirme, que con cada roce de sus labios sintiera que una parte de mí se iba con él.

Me di cuenta de que, si él no estaba, solo quedarían cenizas.


Seguí absorta en mis pensamientos y entonces, sentí miedo.

Miedo de quedar igualmente reducida a cenizas. De que como el humo del cigarro apoyado en el cenicero, mi esencia, mis sentimientos por él, quedaran también suspendidos en el aire, sin rumbo, sin un cuerpo en el que descansar.

Cuando menos lo espero, me derrumbo en pedacitos sin motivo aparente.

Me asaltan las dudas, las inseguridades.

Ahora quiero hablar con él, y huyo, como siempre he hecho. Mi voz me la juega y me abandona.

Tengo miedo porque a veces siento que me pierdo en él.

Porque me embelesa con cada uno de sus rasgos…

Con su mirada esmeralda y sus tiernos labios.

Su brillante flequillo rebelde.

Sus fuertes brazos y sus manos masculinas.

Su depurada espalda y sus contorneadas piernas.

Su piel color canela y su dulce tacto.

Porque sí, Él es perfecto.


Perfecto en cada uno de sus moldes, en cada cicatriz que marca una etapa de su vida… mientras que yo solo me siento como una maraña de pequeños desastres a la que le aterra no ser suficiente.

Tengo miedo porque me veo en sus ojos, atrapada dentro de él y sin querer salir.

Todas las noches pienso que me encantaría dormir con él al lado.

Que odio la soledad de mi cintura sin sus brazos alrededor.

Que ojalá levantarme a la mañana siguiente para acariciarle suavemente el rostro hasta que abriera los ojos y susurrarle: “Buenos días, mi mundo acaba de despertar.”


Me gustaría gritarle que le quiero.

Que es la persona que siempre había esperado conocer.

Me gustaría decirle que, cuando ya perdí toda esperanza, apareció él, de la nada, con su embaucador encanto… y que me dejé arrastrar por su fresca marea.


Me gustaría decirle que muero con cada uno de sus besos, cálidos como ninguno.

Que adoro sus labios rozando los míos, con esa ardiente avidez de fundirnos en uno.

Que me embriaga la afabilidad de sus besos tiernos en la mejilla que me hacen sentir tan pequeña.

Que me encanta deleitarme entre sus brazos, regodearme en ellos.

Que solo siento paz cuando me acuesto sobre su pecho.

Que me deslumbra cada día un poco más, encaprichándome de todas sus maneras.

Que le deseo irrefrenablemente. 

Que solo escuchando su voz siento unas ganas que me hacen querer gritar. 

Que los sentimientos me oprimen el pecho, se arremolinan en él y no saben cómo salir.

Que cuando aparta suavemente el pelo de mi cara y me besa, siento un escalofrío por todo el cuerpo.

Que cuando me toca, la espalda se me arquea suavemente y los gemidos ahogados suspiran en mi garganta.

Que le busco desesperadamente todos los días y cuando no le encuentro siento que me muero.

Que prefiero ser una loca enamorada a estar cuerda y vacía.

Que sí, me enamoro cada día un poco más de él.

Que ninguna discusión evita que lo que siento siga creciendo.

Que tengo miedo.


Me gustaría decirle que hoy salí al balcón a fumarme un cigarrillo, y al final fue él quien me consumió a mí.

-F-