Hay tanto por hacer y tú sigues ahí, hecha un ovillo en la cama.
¡LEVANTA! grita una voz en tu cabeza, pero la presión en el pecho no te deja si quiera estirar tu cuerpo. Y te sigues encogiendo y encogiendo, cada vez más pequeñita, mientras las paredes del cuarto parecen a punto de desplomarse sobre ti.
¡LEVANTA! brama de nuevo. Pero... ¿levantarse para qué?, - contestas en susurros... - Si me levanto, la realidad me va a golpear y me va a enviar de nuevo al suelo.
De aquí ya no puedo caer más.
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